El Mont Blanc ansioso abre los brazos y rememora en la soledad las luces
MONT BLANC
El río deshace su habitual postura,
la montaña olvida su prestancia,
el río desborda su épica alegría
sin arredrarse ante el torneado campo.
Las piedras acompasan el ballet del agua,
ensordinan las rocas la ancestral canción,
que susurra el longevo canto de la tierra
como una devoción mística y ritual.
El frondoso y misterioso monte
abraza balbuciente el olor de los perfumes,
trastabillan febriles la emoción y la pasión,
y se doblega ante el pálpito extasiado.
Ante la parabólica sensación de asombro
se descarrila el agreste pensamiento,
y en un susurro grandilocuente y súbito
lanza al cielo una lírica alabanza.
El Mont Blanc ansioso abre los brazos
y rememora en la soledad las luces,
los duendes y míticos entornos
y el ancestral trino alegórico del pájaro.
Rememora de la cumbre, el espesor
que antaño acogía el misterio de la vida,
deambula el agua ansiosa y busca su destino
en el fogoso río antes cuidado por las ninfas.